Opinión — 19 de febrero de 2015 | 12:38

La pelota manchada

Un texto de

xvsadas

La ingenuidad del aficionado al balón parece infinita a pesar de que todo el planeta intuye que el fútbol de elite es desde hace una eternidad un gigantesco negocio multimillonario disfrazado de deporte. Los triunfos se miden en euros y las estrellas en camisetas vendidas. Cosas de la globalización.

El que diga que los amaños no existen, miente

No existe deporte más democrático que el fútbol, al alcance de cualquiera porque resulta gratis imaginar que un trozo de tela es un balón y un par de zapatillas componen una portería. Es el deporte más practicado en los cinco continentes y su popularidad crece allá donde todavía no es un fenómeno de masas, síntoma de su buena salud. Ese éxito atrae dinero, pero también corrupción, trampas e incluso redes mafiosas. Y España no es ninguna excepción. «La corrupción es tan antigua como el fuera de juego», explicaba semanas atrás el novelista argentino Horacio Convertini en las páginas de El País. Las señales de putrefacción siempre han estado ahí, pero los aficionados, a menudo también la prensa y por supuesto los protagonistas, se empeñan en darles la espalda.

Luis Milla denunció en 1993 que le intentaron comprar en vísperas del partido de Tenerife en el que el Real Madrid acabó perdiendo la Liga. Paulo Futre desvelaba hace poco que el por entonces presidente del Atlético de Madrid, Jesús Gil, pidió al vestuario que se dejase ganar ante el Espanyol en el último partido de la temporada 1990-91. Simples sospechas que no se han sustentado porque nadie más ha dado un paso al frente para confirmar esas denuncias ni se han presentado pruebas, pero en cualquier caso indicios de lo que se mueve en el fútbol bajo cuerda. «El que diga que los amaños no existen, miente», resumía hace poco Adrián Colunga.

Partidos en los juzgados

Las sospechas de maletines han existido siempre, pero algunos casos recientes han destapado un olor nauseabundo de las cloacas del fútbol español. Ahí está el caso del Levante-Zaragoza, causa abierta en el Juzgado de Instrucción número 8 de Valencia a raíz de una querella de la Fiscalía Anticorrupción por el presunto amaño del partido de liga de 2011 que salvó al club maño del descenso. Los jugadores del Zaragoza habrían desembolsado casi un millón de euros por aquel partido, hay 42 personas imputadas y los culpables podrían enfrentarse incluso a penas de cárcel, aunque parece improbable que algún futbolista entre en prisión.

La compra de partidos es un asunto tabú entre los futbolistas

La práctica no parece una excepción a la vista de la denuncia del exgerente de Osasuna, Ángel Vizcay, que ha reconocido que el club desembolsó 2,4 millones de euros en pagos a rivales para apañar partidos, aunque eso no evitó el descenso de los navarros a Segunda. Vizcay ha declarado ante la Liga de Fútbol Profesional que ofrecieron 250.000 euros a dos jugadores del Betis por ganar al Valladolid en esa lucha por el descenso. La Liga ha puesto además la lupa sobre el Espanyol-Osasuna por el dinero que al parecer destinaba un club modesto como Osasuna para amañar partidos y, sobre todo, porque las investigaciones apuntan a que se movió demasiado dinero en el mercado de apuestas para ese encuentro, con movimientos de hasta 250.000 euros al 1-1, que efectivamente fue el resultado final de aquel partido.

Mucho antes la Operación Brugal destapó la compra de partidos por parte del Hércules para ascender de categoría, aunque los responsables de aquel caso quedaron impunes porque entonces los fraudes deportivos no eran delito y el juez se negó a trasladar la causa a las autoridades deportivas. En 2013 la Liga expedientó a Hércules y Racing por amañar un partido de Liga a raíz de una denuncia de la UEFA. Por aquel entonces el presidente de la LFP, Javier Tebas, aseguró que el caso era una excepción que no representaba la «verdad real del fútbol español».

Directivos sin control

En una época en la que la indignación pública es enorme porque la corrupción lo salpica todo, la pelota también está manchada. Como lo están los directivos de los clubes, esa delgada línea que se mueve entre el fútbol, los negocios y la política. Un gremio con un elevado índice de irresponsabilidad, dentro y fuera de nuestras fronteras, a la vista de casos como los de Jesús Gil, José María del Nido, Josep Lluis Núñez, Uli Hoeness o el Calciopoli que emborronó la imagen del Calcio por las prácticas indecorosas de sus dirigentes. 

Los clubes se han endeudado a costa de todos con el beneplácito de las autoridades públicas

Los gestores del fútbol son sospechosos porque ellos mismos han creado una burbuja que escapa a todos los controles. La Real Federación Española de Fútbol, por ejemplo, impide que una auditora independiente inspeccione sus cuentas y lo puede hacer porque ha renunciado a las subvenciones públicas. El organismo que preside Villar se autofinancia, en buena medida gracias a los éxitos de la selección absoluta pero en parte también con algunos favores como La Ciudad del Fútbol de Las Rozas, cuyos terrenos han sido cedidos a la RFEF por el Ayuntamiento madrileño a cambio de 1 euro los próximos 75 años.

Los equipos españoles deben 669 millones de euros a Hacienda, esto es a todos los españoles, y la deuda total acumulada de los equipos de Primera y Segunda división asciende a 3.440 millones de euros. Y eso a pesar de que muchos siguen con vida gracias a ayudas públicas -a todos los niveles- que desde hace tiempo están bajo el punto de mira de la Unión Europea.

Sospechas a todos los niveles

Pero España no es ninguna excepción. La compra de partidos es un problema sistemático en el fútbol mundial como dejó patente una investigación de la Interpol con más de 380 partidos sospechosos de ser amañados dentro de un complejo entramado que mueve millones de euros y donde se entremezclan futbolistas, árbitros, directivos, pero también redes mafiosas y crimen organizado.

El caso de Qatar 2022 retrata lo que hoy es el fútbol: un negocio millonario

Un problema de primer orden para una FIFA también salpicadísima de escándalos. El caso ISL desveló el pago ilegal de grandes cantidades de dinero a los máximos dirigentes de fútbol mundial en los albores del nuevo siglo, mientras que el presidente Joseph Blatter tiene que lidiar ahora con las evidencias del amaño en la elección de Qatar como sede de la Copa del Mundo de 2022 en la que según France Football varios dirigentes españoles desempeñaron un papel fundamental. La FIFA encargó una investigación sobre el caso al fiscal Michael García, que acabó por dimitir después de denunciar que la Comisión Ética del organismo había tergiversado su informe, lo que alimenta todavía más las dudas sobre la integridad del proceso de elección.

El tufo es inaguantable porque el fútbol se ha conformado como un negocio opaco del que unos pocos sacan tajada, donde es tabú levantar la voz para denunciar la corrupción del sistema -los futbolistas no denuncian los intentos de amaño- y las ilusiones de los aficionados se mercadean a golpe de talonario, casi siempre por intereses comerciales. Hoy parece imposible, pero a largo plazo el fútbol corre el riesgo de que el hincha termine por no creerse el espectáculo. Es hora de luchar contra la corrupción. Y la batalla debe comenzar en la misma grada.

Víctor Pérez

Víctor Pérez es periodista. Licenciado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III, fundó en 2001 FIFA-Champions para organizar torneos internacionales online del popular videojuego de EA Sports. Desde 2003 trabaja en el desarrollo de esta web como plataforma de información deportiva, que ha llegado a tener su propia revista interactiva, radio online y foros con una comunidad de más de 10.000 miembros. Durante los últimos tres años ha trabajado en la sección de deportes del diario ABC

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