
Hoy no toca hablar de fútbol, hoy es el día de la corazonada. El Comité Olímpico Internacional, o mejor dicho, alrededor de cien personajes variopintos relacionados con el mundo del Olimpismo, designarán la ciudad que albergará los Juegos Olímpicos de 2016. Toda España se levanta con la ilusión de que Madrid sea la elegida.
Los pronósticos no valen. Las cuatro candidatas tienen factores a favor y en contra que jugarán en mayor o menor medida según sea quién vote. No se pude controlar la cabeza de esas cien personas que decidirán el destino de la ciudad ganadora, pero sí se puede presionar para que tengan en cuenta una candidatura como -al menos- segunda opción. Y digo presionar porque eso es exactamente lo que significa el verbo [to lobby] en inglés.
Esta práctica, que podría parecer fuera de lugar, está más que aceptada en este curioso mundo olímpico. Bien lo saben en la candidatura de Madrid que, tras aprender de la diplomacía con la que Tony Blair ganó los juegos para Londres en Singapur, han pasado a la ofensiva. No se puede hacer más, nuestros políticos y representantes -con el importantísimo papel del Rey a la cabeza- han redoblado sus esfuerzos para transmitir que la candidatura de Madrid es la mejor de todas.
Porque Madrid es, sin duda, el mejor proyecto de los cuatro. Nadie duda de su capacidad organizativa, de sus realidades en cuanto a infraestructuras y del apoyo institucional o político. Si la votación fuese sobre parámetros técnicos sólo Tokio podría asustarnos. Sin embargo, las apuestas van justo en la dirección opuesta. El COI ha dado el visto bueno a todas las ciudades y, a partir de ahí, cualquier afinidad -sea del tipo que sea- cuenta para cada miembro.
Chicago y Río representan justo lo que le ‘falta a Madrid’. La primera es una ciudad del país más potente del mundo y cuenta con el apoyo del mediático Barack Obama. Pero al movimiento olímpico no le conviene moverse por intereses geopolíticos sino por un espíritu más puramente deportivo. Lo que tiene Río es que juega en Sudamérica. Tras unos juegos anglosajones (Atlanta), unos oceánicos (Sydney), otros europeos (Atenas), asiáticos (Pekín) y de nuevo anglosajones (Londres) es hora de los juegos Latinos.
No nos podemos engañar. Quizás no sea el mejor momento para presentar nuestra candidatura. Tras la designación de Londres para 2012 París y Roma decidieron esperar otros cuatro años para volver a presentarse por la ‘regla no escrita’ de la rotación de continentes que se cumple desde hace más de 50 años. Pero quién no arriesga no gana. Madrid ha decidido hacerlo y está en la gran final junto a dos grandes favoritas -más la incógnita de Tokio- que podrían verse superadas por el esfuerzo y la ilusión de una candidatura que cuenta con más apoyos que ninguna. Queremos los juegos.
¡Enhorabuena Río!



