El sol es un compañero inseparable para Qatar, ese pequeño rincón de la península árabiga que durante siglos no tenía recursos suficientes para emitir su propia moneda y que hoy se revuelca entre los millones de los depósitos de petróleo y los yacimientos de gas natural que han convertido a la llanura desértica en el país con la renta per cápita más alta de todo el planeta. Qatar ha puesto patas arriba la FIFA porque su elección como sede del Mundial 2022 lo cambiará todo.
El Comité Ejecutivo de la FIFA sabía hace cuatro años que el extremo calor hacía imposible disputar el Mundial de Qatar durante el verano
A pesar de las sospechas de la compra de votos, la trágica realidad de las decenas de inmigrantes que ya han muerto durante la construcción de los estadios o la vulneración continua de los derechos humanos, Qatar no es el mayor problema del Mundial 2022. La responsabilidad corre por cuenta del eterno presidente Joseph Blatter y del Comité Ejecutivo de la FIFA, un organismo opaco compuesto por una veintena de personas que deciden el destino del deporte más popular del deporte, una concentración de poder mayúscula que nada tiene que envidiar a la del grupo que elige la sede de los Juegos Olímpicos o a los cardenales que eligen Papa en un cónclave.
Ese Comité Ejecutivo pasó por alto hace más de cuatro años el calor asfixiante de Qatar en verano, una cuestión palpable en cualquier visita a Doha, a pesar de que los técnicos alertaron en el informe de la candidatura sobre los peligros de disputar allí un Mundial para toda la familia del fútbol, empezando por aficionados y futbolistas. A golpe de talonario Qatar se comprometió a garantizar una temperatura aceptable en estadios, campos de entrenamiento e incluso en otras zonas para facilitar por ejemplo la llegada de los aficionados a los estadios desde las estaciones de metro.
Marruecos intentó durante quince años convertirse en sede de una Copa del Mundo
La candidatura qatarí, patrocinada entre otros por Pep Guardiola o Zinedine Zidane, habló de última tecnología, de estadios verdes -sin recurrir al carbón- e, incluso, de exportar sus técnicas a los países vecinos para que ellos también pudiesen organizar el Mundial. Los qataríes pidieron un voto de confianza al mundo del fútbol por encima de las dudas, por mucho que el informe técnico cuestionara también si serían capaces de mantener los terrenos de juego en condiciones aceptables durante un mes de extremo calor. El 2 de diciembre de 2010 ese reducido grupo de hombres fuertes de la FIFA votó por la imaginación de Oriente por encima de opciones más tradicionales como Estados Unidos, Japón o Corea del Sur.
La elección inició un camino de minas para el organismo que rige el fútbol, que desde entonces se ha tenido que enfrentar a todo tipo de controversias y acusaciones de sobornos para llevar la fiesta del fútbol a Oriente Medio. La paradoja es que Qatar obligará a la FIFA a ser más transparente y tomarse más en serio sus instituciones de puertas para dentro. El país árabe se presentó para organizar un Mundial en verano y a ello se comprometió tras salir elegida, así que probablemente esa condición desaparezca del contrato para las futuras aspirantes.
Las ligas europeas rechazan que el país más rico del planeta les obligue a modificar su calendario
Blatter lleva tiempo esforzándose en legitimar a Qatar como organizadora del Mundial, síntoma de que la decisión no tiene marcha atrás, y esgrime que el fútbol debe adaptarse a los nuevos tiempos, abrirse a otras regiones del planeta, a nuevas culturas tal y como ha hecho en los últimos tiempos -por ejemplo- la Fórmula 1. El organismo, eso sí, omite que ese afán de evangelización se mueve al calor del dinero; Marruecos intentó en cuatro ocasiones organizar una Copa del Mundo, pero el Comité Ejecutivo se acabó decantando por Sudáfrica para el Mundial de 2010, en una elección mucho más atractiva a nivel económico.
Ese argumento plantea que si Oriente Medio merece organizar un Mundial en un futuro deberían ser candidatas China, India o Malí, donde tampoco parece recomendable jugar un Mundial en verano. El error fue esquivar el debate desde el minuto uno: Qatar debería haberse presentado para organizar el Mundial directamente en invierno. Durante las últimas semanas la institución que preside Blatter también ha hablado del legado que dejará el Mundial en Qatar, una cuestión muy discutible a la vista de lo sucedido por ejemplo en Sudáfrica, donde las mejores apenas son palpables para la población y el estadio de la gran final en el que España se coronó campeona del mundo está infrautilizado.
La FIFA ha renovado en secreto su contrato con FOX y Telemundo para evitar problemas legales por el cambio de fechas de Qatar
La FIFA cambiará las fechas de Qatar 2022 después de anunciar por sorpresa la renovación del contrato que mantiene a FOX y Telemundo como propietarias de los derechos de retransmisión del Mundial 2026, un proceso opaco ya que el resto de cadenas ni siquiera pudo presentar ofertas. Un intercambio de favores para evitar problemas legales con las propietarias de los derechos porque trasladar el torneo a los meses de invierno perjudicará a las televisiones de Estados Unidos al tener que programar los partidos en plena temporada de fútbol americano, el deporte más popular con diferencia de todo el país.
Pinceladas de la mejorable gestión de una FIFA que se esfuerza en repetir las bondades de la elección de Qatar mientras apenas se levanta contra los atropellos de los derechos humanos en el país, especialmente ante la dramática situación de los inmigrantes que trabajan en la construcción de las sedes. Qatar, en definitiva, obligará a cambiar el fútbol desde arriba para evitar que se repita este caos. Sería el mejor legado posible.