Londres respira fútbol por los cuatro costados, increíble la tremenda concentración de equipos por metro cuadrado que existe en la capital. Al norte del río Tamésis la rivalidad es brutal entre Arsenal y Tottenham Hotspur, separados por apenas seis kilómetros, vecinos y enemigos irreconciliables que pelean por la hegemonía de la zona septentrional desde hace más de un siglo.
El Tottenham Hotspur nació nada menos que el 5 de septiembre de 1882, fundado por por estudiantes de un colegio anglicano. Cuatro años después ve la luz el Arsenal, creado por los trabajadores de una fábrica de armamentos en Woolwich, en el sureste de Londres. Orígenes muy diferentes para dos equipos que se enfrentaron por primera vez en 1887 cuando apenas había rivalidad porque no estaban situados en la misma zona de la ciudad. Eso cambió con el traslado del Arsenal al barrio de Highbury en 1913, a solo seis kilómetros de White Hart Lane.
Un apaño histórico
La rivalidad se tornó en enemistad para siempre nada más acabar la I Guerra Mundial, cuando la Liga Inglesa decidió expandir de 20 a 22 equipos la First Division, precedente de la Premier League. La medida favorecía a los Spurs porque esa temporada habían acabado en puestos de descenso justo al Chelsea: ambos se salvarían y el cupo se completaría con los dos mejores equipos de la Segunda Division. Sin embargo, la lógica saltó por los aires al descubrirse que Liverpool y Manchester United habían amañado un partido para perjudicar al Chelsea.
El presidente de la Liga, John McKenna, que era también presidente del Liverpool y amigo íntimo del entrenador del Arsenal anunció que la composición de la First Division se decidiría por votación. Como era de esperar se salvó el Chelsea, y luego la batalla parecía estar entre el Tottenham y el Barnsley, que acabó tercero en la Segunda Division, pero el Arsenal -quinto clasificado de Segunda- reclamó la plaza y acabó imponiéndose por amplia mayoría. El derbi del norte de Londres se convirtió entonces en mucho más que un partido. De hecho, los primeros duelos fueron tan duros que la Federación Inglesa amenazó a ambos equipos con jugar a puerta cerrada sus partidos por la extrema violencia que exhibían.
El estilismo de Wenger
El Arsenal durante años fue uno de los equipos más toscos del fútbol inglés, acostumbrado a pelear en el barro, cómodo con el juego directo y roñoso con los goles, nada que ver con la revolucionaria filosofía impuesta por el profesor Arsene Wenger, hasta el punto de los hinchas se refieren a su propio club como «The Arsenal».
De alguna forma los Spurs han tomado el camino a la inversa. Siempre han sido un equipo más señorial, con un estadio imponente que parece una ópera y durante demasiado tiempo han tenido que aguantar los cánticos antisemitas de sus rivales por la comunidad judía presente en la zona de Tottenham, de ahí que los aficionados del equipo -judíos o no- hayan hecho suya la palabra transformando un término peyorativo en un motivo de orgullo.
Los números hablan a favor del Arsenal, que además de salir victorioso en más derbis, gana por goleada la batalla en las vitrinas. A pesar de la longevidad de ambas instituciones llama la atención el escaso número de jugadores que han cambiado de bando, un pecado que jamás perdona la grada, aunque en los últimos años lo han hecho William Gallas, Sol Campbell o Emmanuel Adebayor.