Pep Guardiola, recién contratado por el Bayern, aterriza en una Bundesliga imparable que mira sin complejos al resto de campeonatos europeos, especialmente por la pasión de la grada pero también por el férreo control a las cuentas del fútbol, nada que ver con el descontrolado gasto que ha endeudado a un puñado de equipos españoles.
Marginada durante años como la cuarta competición doméstica del continente, por detrás de España, Inglaterra e Italia, borrados sus equipos de la final de la Champions League durante más de un lustro, la Bundesliga recupera el terreno perdido desde hace años con un plan que amenaza, a medio plazo, con someter a Europa.
El único pleno europeo
Los resultados dan la razón al plan del fútbol alemán. Lo nota la selección germana, solo un paso por debajo de la española en los últimos cuatro años, y por supuesto los clubes: el Bayern, el gran equipo de Alemania, ha alcanzado en dos de las tres últimas finales de la Champions League. Ejemplo como que en la presente edición lostres equipos alemanes se han clasificado para los octavos de final como líderes de grupo, superando al Real Madrid (Borussia Dortmund), Arsenal (Schalke 04) y Valencia (Bayern), o que los cuatro equipos de la Europa League han logrado pasar de ronda.
Calor en las gradas, dinero en los bolsillos
El éxito deportivo de la Bundesliga no se entiende sin el trabajo en los despachos que convirtió la quiebra del gigante grupo Kirch Media, responsable de los derechos televisivos, en una oportunidad para reordenar la competición y mirar al futuro. Siempre con el aficionado en mente, de ahí que ahora el fútbol alemán encabece con enorme soltura la asistencia media a los estadios de fútbol cuando el cemento abunda en España o Italia e Inglaterra enfurece por el precio de las entradas.
La Bundesliga destaca en ingresos por la confianza de los patrocinadores
Los abonos para toda la temporada en el campo del Borussia Dortmund, campeón la temporada pasada, se venden desde los 200 euros, a una media de 11 por partido, precio de saldo comparado a lo que se paga en los estadios españoles. La afición respalda en Alemania un fútbol de la que se siente partícipe gracias a normas como la que obliga a que el 51 por ciento de las acciones de los clubes deban ser propiedad de los socios, un veto evidente a las promesas millonarias de los jeques, aunque existen excepciones para permitir la inversión de empresas como Volkswagen o Bayer que llevan dentro de los equipos varias décadas.
El colofón llega en el apartado financiero, asignatura pendiente para muchos equipos españoles. «Damos millones para que salgan de la mierda y sus clubes se eximen de pagar», dijo un año atrás Uli Hoeness, presidente del Bayern, para denunciar la situación económica de los clubes españoles. La Bundesliga supera desde hace años a la Liga BBVA en generación de ingresos con un modelo sólido sustentado en un reparto más equitativo de los derechos de la televisión, sólidos ingresos en taquilla y, especialmente, importantes acuerdos con patrocinadores, señal de que las empresas confían en la gestión de los clubes para estampar su publicidad en ellos. El fútbol alemán es un negocio redondo.