Agustín Devoti · Balón Europeo
La ciudad de Valladolid fue testigo de uno de los hechos más insólitos del futbol mundial. Francia vencía cómodamente a Kuwait en un partido por el grupo D de la primera ronda. Platini, Girese y Genghini engrasaban los ejes y comenzaban a presagiar lo que sería el gran equipo francés que se mostró en España ’82.
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Tras la derrota ante Inglaterra en el debut, Michel Hidalgo, técnico de la selección francesa, se tomó muy en serio el partido en apariencia fácil contra los árabes. Con varios cambios de estructura – Platini tirado unos metros más atrás, Six y Lacombe bien de punta y la entrada de Genghini – Francia lograba su objetivo de ganar y sumar goles. El encuentro ya estaba 3 a 1 y no había ninguna posibilidad para que Kuwait pudiera hacer algo más que aprender del fantástico juego galo.
Pero se produjo lo incomprensible. En un rápido ataque francés, Girese convirtió lo que debió ser el cuarto gol de su equipo, ante la quietud de los kuwaitíes. Cuando el arbitro ruso Miroslav Stupar señaló el centro del campo, fue rodeado por los jugadores árabes, quienes aducían haber escuchado un silbato. Crecieron las protestas y claramente se vio que, desde el palco oficial, el jeque Fahid Al Ahmad Al Sabah hacía gestos para que sus jugadores abandonaran el campo de juego.
El partido se interrumpió por diez minutos, tiempo suficiente para que el jeque bajase hasta el terreno mismo. Este dialogo con el árbitro, y, ante la atónita mirada de los franceses anuló el gol de Girese. Minutos más tarde, Bossis marcaba efectivamente el cuarto gol y, tras el partido, el jeque realizo fuertes declaraciones contra la FIFA, comparándola con la mafia.
Falto de personalidad, el árbitro ruso, tras el Mundial, fue sancionado por este hecho absolutamente insólito, y nunca más volvió a arbitrar un partido de futbol.