El nuevo clásico del fútbol italiano describe la vieja realidad de un país dividido en dos. Juventus y Nápoles se miden este sábado en Turín en un partido con el liderato en juego que promete ser eléctrico.
Un partido que va más allá del fútbol, imposible dejar a un lado las diferencias entre norte y sur que marcan la economía pero también dos maneras de entender la vida. La vieja historia de los pobres del sur contra los ricos del norte: el sueño del Nápoles es el anhelo del sur por volver a saborear un Scudetto que no desciende de Roma desde Diego Armando Maradona. Palabras mayores.
El partido no puede encerrar más contradicciones, imposible reflejar mejor lo que es Italia. A un lado la fría ciudad de Turín donde juega la Juventus, un entramado industrial enemigo de los excesos con la familia Agnelli a la cabeza. Nápoles es otra cosa. Como los claroscuros que dibujaba Caracciolo. Ruidosa cuando llora, también cuando ríe, incapaz de dejar a indiferente por su paisaje o por la sombra de la camorra. El lugar de Maradona.
Complicado encontrar a dos equipos tan distantes. La todopoderosa y a veces arrogante Juventus contra el simpático y canalla Nápoles presidido por Aurelio De Laurentiis, productor de cine, que ha llegado a presentar a uno de sus fichajes bajo la máscara de un león. Extravagancias así no son bienvenidas en la «vieja señora» de Italia donde ganar no es importante, es lo único que cuenta como diría Giampiero Boniperti.
Juventus y Nápoles coincidieron seis años atrás en la Serie B, impensable por entonces que pudiesen disputarse a medio plazo la corona del fútbol italiano. El Nápoles, acostumbrado a reconstruirse cada año (algo menos en los últimos cursos) refleja el presente del «calcio» pero también el futuro porque allí juega Lorenzo Insigne, llamado a hacerse grande con la selección. Un tanto menos sorprendente es la nueva vida de la Juventus, lejos ya la penitencia de la Serie B, empeñada en volver a hacerse una grande en Europa a golpe de talonario. Sin excesos, claro.
La lesión de Buffon
Las entradas para el choque se agotaron en dos horas. Solo viajarán2.000 aficionados napolitanos al nuevo hogar de la Juventus, reflejo de la nueva cara del club, pero el ambiente promete ser eléctrico. La enemistad entre los equipos se podrá ver también en la grada, con los mensajes cruzados en las pancartas y los cánticos: los locales insultarán a los pobres «terroni» del sur, que responderán a los «esclavos» turineses, por su dependencia de la industria del automóvil.
Italia lleva varias semanas hablando del partido. «No tenemos miedo», asegura Walter Mazzarri el entrenador de un Nápoles que ha sido el único equipo capaz de derrotar a la Juventus en el último año y medio. Fue en la final de la Coppa del último curso, aunque la Juventus, que suma 45 partidos sin perder en la Serie A, se tomó la revancha en la Supercopa. Aquel partido disputado en Pekín elevó la enemistad de ambos conjuntos porque el Nápoles se sintió agraviado por el arbitraje y abandonó el terreno de juego a la carrera, antes de que la Juventus alzase el trofeo.
Los problemas musculares de Buffon derivaron en otra excusa para aumentar la tensión entre los clubes. Algunos entendieron que el capitán de la Juventus exageraba para no jugar con la selección italiana y así reservarse para el decisivo partido de Turín. Tuvo que intervenir hasta Luca Cordero Di Montezemelo para poner calma: «No utilicemos las sospechas y controversias que ya son parte de la política italiana en el deporte». Al final Buffon no jugó con Italia (lo hizo el guardamenta del Nápoles) pero tampoco defenderá este sábado la portería de la Juventus al quedarse fuera de la convocatoria. Nápoles y Turín no tardarán en encontrar otro motivo para discutir, pero antes tendrán que disputarse el liderato del «calcio».