Fútbol Internacional — 20 de mayo de 2012 | 12:55

¿Por qué debería jugar el Hartlepool en la Premier League?

Un texto de

Foto · Stusmith_uk

El Hartlepool jamás ha levantado una copa. Tampoco ha disputado un minuto en Primera y, sin embargo, tiene ganado el corazón de miles de británicos. La culpa la tienen el mono H’Angus y medio millar de pitufos que invadieron el pasado fin de semana Londres.

La historia se remonta a las Guerras Napoleónicas del Siglo XIX, aunque los ciudadanos de Hartlepool se resisten a confesar la realidad. La leyenda cuenta que un día un barco de guerra encalló frente a la costa de la ciudad. Los pescadores del pueblo se acercaron para ver si había supervivientes, pero lo único que llegó a la orilla fue un mono ataviado con uniforme militar.

Los pescadores interrogaron al mono y montaron un juicio. Al no estar familiarizado con el aspecto de los franceses y no obtener respuestas del simio, llegaron a la conclusión de que el mono era en realidad un espía para recabar información y dictaron su sentencia de muerte. La leyenda traspasó generaciones y en 1999 el equipo de la ciudad tomó como mascota al mono H’Angus, que jamás fue uno más.

Stuart Drummond fue el primero en devolver la vida al mono H’Angus, que rápidamente se hizo con un hueco en los tabloides amarillistas y los programas de televisión. No era una mascota al uso. En un encuentro contra el Scunthorpe fue expulsado tras simular el acto sexual con un miembro de seguridad. Al campo del Blackpool acudió con una muñeca hinchable y terminó el partido en comisaría.

La mascota del equipo llega a la alcaldía

El mono tuvo que tomar otro camino y pidió para ello 500 libras al presidente del club, Ken Hodcroft, para poder presentarse a las elecciones municipales. Haría campaña en los campos del fútbol. Hodcroft solo puso una condición: nada de política. Así que Drummond, o el mono Angus, emprendió una campaña a la alcaldía bajo el lema «plátanos gratis para todos los niños». Lo hizo en los partidos locales y los que disputó el equipo a domicilio. Y salió elegido como alcalde. «Soy Stuart Drummond, el alcalde de Hartlepool, no el mono», dijo nada más tomar el bastón de mando.

Pero el Hartlepool es mucho más que H’Angus. Fue, por ejemplo, el primer destino de Brian Clough como entrenador. Un tipo especial en el que podría mirarse el mismo Mourinho. «No me gusta este sitio», dijo nada más llegar en 1965. La leyenda cuenta que ante la mala situación financiera del club comenzó a realizar una colecta en los pubs locales. Y se sacó el carnet de conductor para desplazar a sus jugadores en los partidos a domicilio. «Dicen que Roma no se hizo en un día. Pero yo no estaba dirigiendo aquel trabajo», otra frase palmaria que recoge la hemeroteca.

Lo más notorio que aporta el Hartlepool hoy al fútbol inglés es su colorida afición y su tradición de disfrazarse en el último partido de liga que juega el equipo en Londres, a más de 400 kilómetros de casa. Así que este fin de semana llegó el desembarco en King Cross de centenares de pitufos. Las fotos circularon a toda velocidad por las redes sociales ante el alboroto y desconcierto de los londinenses. Quizás estuvieran acostumbrados a eventos publicitarios, pero aquellos hombres y mujeres vestidos de azul tenían algo especial. Llegaban desde Hartlepool, como Brian Clough, para reivindicar esa otra magia del fútbol.

[El reportaje completo en ABC]