Minuto ochenta de la final del Mundial. Ni un alma se mueve de Maracaná, ansiosa la grada por enterrar de una vez el fantasma de Ghiggia que revolotea más que nunca sobre Río de Janeiro ante la incertidumbre del marcador y el vértigo de jugarse una Copa del Mundo en una prórroga. De repente, en una jugada cualquiera, Neymar cae a la hierba, dentro del área. Los brasileños contienen por un segundo la respiración, lo justo hasta que el sonido del árbitro desata la euforia en todo el país: penalti. En ese momento Alejandro Sabella, seleccionador de Argentina, lanza un pañuelo rojo al césped: el árbitro deberá revisar la jugada por vídeo. Un Mundial en el limbo.
Un penalti inexistente a favor de la selección brasileña desequilibró el partido inaugural
El argumento suena a película de ficción porque el fútbol es uno de los deportes más reaccionarios del planeta. Ha tardado una eternidad, 126 años, en abrazar -parcialmente- la tecnología para aniquilar los goles fantasma. Insuficiente a la vista de los primeros partidos en el Mundial de Brasil porque ese tipo de jugadas son marginales y los árbitros tienen que lidiar -junto a sus asistentes- con penaltis dudosos o fueras de juego que a menudo marcan o deciden partidos. También en el partido inaugural del Mundial de Brasil. El penalti inventado por el japonés Nishimura rompió por completo el duelo por todo lo alto entre los anfitriones y una Croacia que parecía preparada para dar la campanada en Sao Paulo. Horas después México tenía que marcar tres goles en su debut para que uno de ellos acabase subiendo al marcador. El fútbol es así, que diría Boskov.
No existe un deporte tan democrático y global como el fútbol, que apenas exige un trozo de cuero -o a veces ni eso- y un rectángulo para soñar, tanto en las calles de París, como en las favelas de Río o los campos de tierra que se repiten a lo largo de África. Al fútbol se juega descalzo, con un par de piedras como porterías y un larguero imaginario; el gol es una palabra universal que se significa felicidad en cualquier rincón del planeta. Por eso, si la tecnología actual es capaz de ayudar a los árbitros en las jugadas más controvertidas resulta difícil entender por qué el fútbol no se atreve a dar un paso al frente para convertirse en un deporte más justo, por mucho que los más conservadores aleguen que eso iría en contra de la universalidad del juego. El fútbol siempre será fútbol.
¿Cuánto ha costado acabar con los goles fantasma?
El debate es recurrente, casi tan episódico como el del Balón de Oro, y resurge con fuerza durante las grandes citas como las Eurocopas o los Mundiales por los errores humanos de los árbitros. Como hace cuatro años en Sudáfrica con aquel clarísimo gol de Frank Lampard que jamás subió al marcador durante los octavos de final del pasado Mundial de Sudáfrica entre Inglaterra y Alemania. La FIFA, hasta entonces hostil contra el uso de la tecnología, cambió su discurso. «El fútbol es tan importante, no sólo en el aspecto deportivo, sino también en el social y en el económico, que es preciso avanzar en el control de partido porque es cierto que en los estadios hay 32 cámaras de televisión, pero el ser humano que controla el partido dispone sólo de sus dos ojos», reflexionó entonces Joseph Blatter, mandamás de la FIFA. Sin embargo, la defensa de la tecnología no es ni mucho menos unánime entre otras cosas porque Michel Platini, presidente de la UEFA y futurible candidato al sillón de Blatter, es uno de sus mayores detractores, hasta el punto de que ha abierto una vía alternativa con la introducción de unos jueces de área que no convencen a casi nadie.
El sistema GoalControl que se utiliza en los estadios del Mundial ha costado una media de 170.000 euros por sede
Platini alega que los sistemas para acabar con los goles fantasma son demasiado caros. El que se usa en el Mundial de Brasil, desarrollado por la empresa alemana GoalControl, implica la instalación de 14 cámaras -siete en cada fondo- que graban al detalle todo lo que sucede en las porterías, a razón de 500 imágenes por segundo que se procesan a través de un ordenador para detectar automáticamente si el balón ha atravesado o no por completo la línea de gol. El coste medio de instalar este sistema en cada sede del Mundial de Brasil ha ascendido a unos 170.000 euros, dependiendo de la arquitectura de cada estadio. En algunos, por ejemplo, no resulta necesaria la instalación de todas las cámaras, pero GoalControl las ha colocado de todas formas. «Todo lo que hacemos para la FIFA está sobredimensionado porque así nos lo exigen», explican desde la empresa. En cualquier caso parece un gasto asumible para los torneos de primera línea; la FIFA planea ingresar alrededor de 4.000 millones de euros libres de impuestos por el Mundial de Brasil y la UEFA se embolsa unos 1.400 millones cada temporada por la Champions League.
El primer examen para la tecnología sobre la línea de gol llegó durante el Francia-Honduras después de un remate de Karim Benzema que pegó primero en el poste y luego atrapó sobre la línea el guardameta hondureño, Valladares, complicadísimo para el árbitro adivinar si la pelota había atravesado o no por completo la línea. La duda duró apenas un segundo. El reloj del árbitro vibró: gol. Y Karim lo pudo celebrar. Adiós para siempre a los goles fantasma.
¿Cómo usar la tecnología para otras jugadas polémicas?
La tecnología se ha convertido en un recurso común para los árbitros en deportes tan dispares como el baloncesto, hockey sobre hielo, béisbol, cricket, rugby, tenis o F-1. Sin embargo, el sistema de la Liga de Fútbol Americano (NFL), principal pasatiempo en los Estados Unidos, suele ser señalado como uno de los mejores espejos para el fútbol. «Ya es hora de que los árbitros tengan la misma visión del partido que cualquier aficionado, y eso se soluciona a través de la tecnología», resume John Harbaugh, entrenador de los Baltimore Ravens. Desde hace más de una década el vídeo permite a los árbitros de la NFL revisar las jugadas más controvertidas para intentar minimizar -que no eliminar, porque es imposible- el error humano.
Blatter ya habla sobre la posibilidad de incorporar la revisión por vídeo de las jugadas más conflictivas
Para empezar el árbitro solo puede cambiar la decisión que ha tomado en el campo si encuentra una «evidencia visual irrefutable» de su equivocación, lo que refuerza su poder porque siempre tendrá la última palabra. Los entrenadores tienen derecho a pedir la revisión de dos jugadas a lo largo de todo el partido, pero en caso de que el árbitro no cambie el sentido de su decisión el equipo que ha pedido el vídeo sufre una penalización: en la NFL el castigo es la pérdida de un tiempo muerto, en el fútbol podría ser la privación de uno de los tres cambios disponibles.
Los entrenadores tampoco pueden reclamar cualquier cosa porque las jugadas revisables están limitadas de antemano, algo que se antoja oportuno también en el fútbol restringiendo la posibilidad de reclamar el vídeo a los goles anulados por fuera de juego o los penaltis, por ejemplo. La revisión de las jugadas en la NFL se realiza sobre el mismo césped, a través de unas pequeñas cabinas que reciben la señal de todas las cámaras instaladas en el estadio. Durante sesenta segundos, el árbitro visualiza todas las tomas disponibles de la jugada en cuestión, incluso a cámara lenta. Para facilitar su decisión a partir de la próxima temporada la NFL conectará las cabinas con la oficina del Comité Arbitral situado en Nueva York, pendiente de cada jugada en directo, que asesorará al árbitro a tomar la mejor decisión. Concluido el minuto, el árbitro comunica su decisión a la grada a través de un micrófono, lo que redunda en el refuerzo de su autoridad y en el mejor entendimiento de la grada de sus decisiones.
Los detractores de este sistema, UEFA y Platini a la cabeza, argumentan que rompería el ritmo de los partidos. Parece un reto mayúsculo, pero no es imposible, especialmente al tener en cuenta el tiempo que ya se desperdicia desde que suena el silbato del árbitro para señalar un penalti hasta que se ejecuta. Casi dos minutos pasaron entre una cosa y otra en el gol de Neymar que decantó el partido inaugural del Mundial de Brasil, una ventana a la que puede aspirar perfectamente la revisión de una jugada por vídeo. O el problema, simplemente, se podría resolver si en vez del árbitro principal fuese otro colegiado designado para la tarea.
La tecnología actual ya permite implantar un sistema para detectar a los jugadores en fuera de juego
A día de hoy la idea resulta una quimera, pero la FIFA ya se resiste a cerrar cualquier puerta, por lo que pueda pasar, aunque parezcan castillos en el aire. «¿Por qué no damos a los entrenadores la posibilidad de solicitar la revisión de dos jugadas por vídeo en cada partido?», reflexionaba Joseph Blatter en público horas antes del inicio del Mundial. Eso sí, un cambio tan drástico en el fútbol necesita de la aprobación de la International Board (IFAB), organismo que rige las leyes y el reglamento del deporte. Y eso se traduce en años.
En cualquier caso, las opciones de la tecnología son casi infinitas y ya ofrecen soluciones concretas para problemas que se repiten en cada partido. La alemana, GoalControl, por ejemplo, asegura que su sistema, elegido por la FIFA en Brasil para enterrar los goles fantasma, sería extrapolable para acabar con los fueras de juego dudosos. «Técnicamente es completamente posible, solo haría falta instalar algunas cámaras más en los estadios», explicaba meses atrás Dirk Broichhausen, director general de la empresa, en un reportaje de Sam Borden para The New York Times. Las cámaras pueden identificar los movimientos de los 22 jugadores sobre el césped y detectar cuando alguno de ellos está en posición ilegal, pudiendo enviar una señal similar a la que los árbitros reciben en Brasil cada vez que el balón atraviesa la línea de gol. El fútbol sería entonces un poco más justo.