
Mista y un sublime Filipe Luis arruinaron la fiesta de cumpleaños de un Coliseum centenario. Los azulones, nulos durante todo el encuentro, no supieron inquietar a un Deportivo que acabó con nueve jugadores
Ni contra once, ni contra diez, ni contra nueve, el Getafe evidenció una vez más su inquietante candidez defensiva ante un Deportivo que dominó el encuentro de cabo a rabo pese jugar durante veinte minutos con dos jugadores menos. Aunque González González, malo donde los haya, se marchó de Getafe dejando un regalo de arbitraje para conmemorar los 200 partidos de los azulones en primera, el Deportivo se sobrepuso a las adversidades, sonrojó a los madrileños y destapó la primera pitada del Coliseum para un Míchel, al que les están creciendo los enanos con el tema Adrián.
Y lo peor de todo es que al final acaba pagándolo el que menos culpa tiene, el propio Adrián. Al envite de Míchel, quien al ser preguntado por Casquero justificó que Adrián tampoco jugaba y no le preguntaban (podía haber puesto otro ejemplo), respondió la afición que, tras sustituir a Boateng por Casquero y ante el mal partido de Adrián -nervioso por las circunstancias-, decidió tomarse la justicia por su mano y abroncar al chico en cada balón que tocaba. Por si faltaba algo, en un contragolpe del Getafe, Adrián perdió el balón con un pase infantil y Filipe Luis sentenció el partido. Pañolada y más nervios para el veintitrés.
Dejando este aspecto a un lado, hay que decir que el Deportivo fue muy superior desde el pitido inicial. Los de Lotina dieron una exhibición de saber estar, manejando los tiempos del partido, durmiendo el balón cuando era necesario y haciendo del contragolpe su principal virtud. Tras el aviso inicial de Riki, un centro teledirigido de Filipe Luis desde la banda izquierda fue cabeceado a placer por Mixta para adelantar a los gallegos en el marcador y sacar a pasear los primeros pitos de la grada. La empanada azulona perduró durante todo el primer tiempo y tan sólo Pedro León, en jugadas de estrategia, ponía en riesgo a un Aranzubía que apenas tuvo trabajo en todo el partido.
En el minuto 25, comenzó el recital del árbitro castellano-leonés. Primero, mostró la segunda amarilla a Riki – que previamente había visto la primera por fingir penalti-, por intentar tocar un balón con la mano, y después, ante las protestas airadas de Lotina, mando a vestuarios al técnico vizcaíno. Aunque parecía que ahí comenzaría otro partido, nada más lejos de la realidad. Los locales, como ya hiciera en el Bernabéu, se enredaron en un sin fin de pases al pie, con un ritmo lento y previsible, que no hizo sino favorecer los contragolpes del Deportivo. En una nueva indecisión de Ustari y su zaga, Guardado pudo marcar el segundo pero su vaselina se marchó rozando el palo.
Tras la reanudación, más de lo mismo. Míchel buscó fórmulas para sacar del atolladero a su equipo, metiendo a Casquero en lugar de Boateng, pero lo único que consiguió es inquietar más a una grada que pedía a gritos el cambio de Adrián. Esa historia ya la conocen y también sus consecuencias. Pitos, nervios, error del ex del Castilla, regalo de Mista y gol del omnipresente Filipe Luis. Con el partido sentenciado, el árbitro incrementó su noche de despropósitos, al expulsar a Sergio por una rigurosa obstrucción que dejaba al Deportivo con nueve jugadores a falta de veinte minutos para la conclusión. Daba igual, el Getafe seguía agarrotado, presa de sus errores, y el partido murió entre pelotazos al área, córners, pérdidas de tiempo y un sin fin de pitos hacia unos jugadores que dejaron la peor imagen en los cien partidos jugados en el Coliseum Alfonso Pérez. Bochornoso homenaje.