Acostumbra Italia a brillar cuando nadie da un duro por ellos. Ocurrió en el Mundial de Alemania en 2006, como en el de España en 1982. El escándalo parece ingrediente indispensable para el éxito de la selección italiana, que acude de nuevo a un gran torneo bajo un enorme escándalo de corrupción que obligó incluso a cambiar a última hora la lista de convocados tras la irrupción de la policía en la concentración para citar a uno de los futbolistas. Con la marcha de Criscito del equipo acabó la transición pacífica que ha intentado guiar el nuevo seleccionador Cesare Prandelli, que tiene que lidiar con fantasmas semejantes a los que rodearon Italia en la Copa del Mundo de 2006.
Tras la decepción de Sudáfrica llegó Prandelli al banquillo de Italia para dar un nuevo aire a la selección italiana, que trata de huir de los tópicos y espacios comunes que persiguen desde hace décadas al calcio. La Azzurra mantiene la presión y el rigor defensivo, pero ahora apuesta por más posesión de balón y un juego más exquisito. Pese a que las ideas están claras, no será fácil dejar atrás el catenaccio cuando el primer rival en la Eurocopa será la España de Del Bosque. La renovación significó el fin de ciclo para una docena de jugadores que han dado paso a jóvenes. Cuestión de edad. Pero aún así los veteranos viajarán a Polonia con los papeles de estrella. Atrás, el equipo queda de nuevo en las excelentes manos de Gianluigi Buffon. Las principales dudas llegan en la defensa tras el precipitado adiós de Criscito a cuenta del escándalo de las apuestas ilegales y amaño de partidos que ha vuelto a enfermar al calcio.
La historia se repite para Italia, por la que nadie daba un duro ocho años atrás en Alemania por el escándalo arbitral que mandó a la Juventus a la Serie B, las molestias de Francesco Totti y la especulación sobre la presunta implicación de Buffon en una trama de apuestas ilegales. Por si fuera poco, durante el torneo se intentó quitar la vida Gianluca Pessotto, ex jugador de la Juve, para consternación del combinado nacional. Los astros se alinearon y gracias a un puñado de buenos jugadores más una inquebrantable defensa Fabio Cannavaro acabó levantando la Copa del Mundo. Italia siempre es Italia.
El penúltimo triunfo de la «Azurra» en un gran torneo llegó, como ahora, tras otro escándalo de apuestas ilegales que significó sanciones históricas para jugadores. La quiniela negra estuvo a punto de dejar a Paolo Rossi sin la Copa del Mundo de España al descubrirse una trama de apuestas clandestinas, en la que estaban inmersos jugadores, entrenadores y dirigentes de clubes. El escándalo mandó al Milán a la Serie B. La Federación rebajó un año la pena de inhabilitación a Rossi, que fue convocado por el seleccionador italiano Enzo Bearzot, para el Mundial pese a las quejas de algunos aficionados. Rossi se desató en el partido contra Brasil y acabó como máximo goleador del torneo que se llevo, también con los fiscales a cuestas, Italia.
La única Eurocopa que hasta ahora ha levantado Italia exigió un pacto con la fortuna. La historia se remonta hasta 1968 cuando la fase final del torneo solo era disputada por cuatro países. Italia fue la anfitriona de la cita y San Paolo albergó el partido de semifinales contra la extinta Unión Soviética, que acabó en empate al final de la prórroga. Por entonces no existían las tandas de penaltis que ahora estudia eliminar la FIFA así que una moneda decidiría qué equipo jugaría la final. La suerte de Giacinto Facchetti, que años más tarde sería presidente del Inter, era bien conocida por sus compañeros. Pidió cruz. La primera moneda del árbitro acabó en una rendija bajo una de las duchas. Era necesario tirar otra moneda al aire. Segundos después Facchetti regresaba al campo con los brazos en alto. Italia llegaba tres décadas después a una final y acabó como campeona de Europa al derrotar (en el desempate tras la igualada en el primer choque) a Yugoslavia. Italia siempre ha sido Italia.