Estadio Vicente Calderón. Encuentro Atlético de Madrid-FC Barcelona. Minuto 92 de encuentro. Balón dividido al cuál aspiraban tres futbolistas. Tomas Ujfalusi, Luis Amaranto Perea y Lionel Messi.
El central colombiano del Atlético de Madrid no llega al balón y decide desistir en su aspiración. Lionel Messi llega antes que el checo y consigue desviar la dirección del balón. El lateral rojiblanco llega tarde y decide meter igualmente el pie con la mala suerte (muy discutida) de contactar con el tobillo derecho del crack argentino. Saltan todas las alarmas. Leo Messi se queja airadamente. Parecía el fin de la temporada. El temor y el susto de una grave lesión comienza a palparse en el banquillo azulgrana.
Este es el relato de una lesión que ha despertado las iras de todo el barcelonismo, de todos los medios de comunicación que simpatizan con el FC Barcelona y de los jugadores de la propia plantilla azulgrana. La brutal, salvaje y mediática entrada de Tomas Ujfalusi ha sido protagonista durante minutos de radio y televisión, al igual que en cientos de líneas escritas en prensa escrita, diarios digitales y blogs.
El debate está abierto. ¿Se debe proteger a los futbolistas importantes?
La primera premisa es evidente. Pese a que desde todos los organismos y desde la ética correcta y lógica del ser humano la acción de diferenciar a futbolistas quizás suena a marginal. “Tú eres bueno. Tú eres malo”. Sin embargo, y es bien cierto, existen jugadores que dotan al mundo del fútbol el poder mediático, el poder económico y el poder de pasión en la que se ha convertido hoy en día el fútbol. Desde un punto de vista deportivo sí deberían existir “protecciones” para futbolistas de la calidad como Cristiano Ronaldo, Lionel Messi, Sergio Agüero, David Silva o Andrés Iniesta, ya que sin ellos esto que todo el mundo llama deporte rey no sería lo mismo, no sería mágico, no sería universal.
También es cierto que un futbolista que se desenvuelve en la Segunda División B del fútbol español debe tener los mismos privilegios, las mismas protecciones, las mismas sanciones que un futbolista de primer nivel mundial. Pero quizás su principal handicap sea el poco poder mediático. Al fin y al cabo la popularidad de un futbolista determinará el poder de reacción de las masas y de las instituciones que le rodean.
Una lástima, pero es así.
