Noticias del Día — 22 de febrero de 2010 | 16:58

Victoria convincente de un Sporting que hunde más al Zaragoza

Un texto de

Partidos de esta textura se le habían visto anteriormente al Real Zaragoza, con antelación a la revolución operada durante el mercado de invierno. Por eso, de alguna manera, el conjunto aragonés vino a parecerse ayer a una antigua versión de sí mismo.


Fue como si le hubiera llamado el pasado y esa llamada hubiese sido atendida, en lugar de haberla despejado sin contemplación alguna. El conjunto maño no fue nadie ante el Sporting de Gijón. Le faltaron muchos recursos para hacerse acreedor del triunfo, tantos que se levantaron fantasmas que se creían por completo desaparecidos del entorno zaragocista.

Ganó el mejor, como sucede las más de las veces. Mate Bilic, un ex zaragocista, abrió el camino del triunfo al rival cuando la primera parte se encaminaba hacia la conclusión. Su tanto fue el reflejo de lo que estaba sucediendo en el campo a la vista de cualquiera, del entendido y del profano: un claro dominio del Sporting de Gijón en buena parte de las facetas del juego

Fruto de la presencia de vectores opuestos en el interior del equipo, el Zaragoza no se enmendó. Al revés. Quedó expuesto a las salidas a la contra del Sporting, bien concebidas por sus defensas y centrocampistas. Su primer pase fue de libro. En una de esas proyecciones, Morán encontró la puerta de Carrizo. Llegó por su banda sin defensas ni adversidades que librar y cuando Carrizo debió ser el cerrojo definitivo a un disparo cruzado y de escaso ángulo, el guardameta argentino respondió con una intervención atípica. Morán marcó el segundo gol asturiano y el guardameta quedó definitivamente señalado por la hinchada local, cansada de ver en la portería yerros impensables. El debate sobre la portería ha quedado establecido por la pura fuerza de los hechos.

En el tramo final, Arizmendi acortó distancias en una jugada embarullada. Nada le costó a Barral llevar las cosas a donde estaban, a una cómoda ventaja de dos goles en La Romareda. Una sensación de hundimiento colectivo impregnó el estadio.

Manolo Preciado, entrenador del Sporting, un viejo zorro del fútbol, desnudó por completo al conjunto aragonés. La partida se la ganó en todos los frentes posibles: en los aspectos tácticos, en los estratégicos y en la conducción de los acontecimientos desde el banquillo. En Gay, un novato en Primera, no encontró oposición digna de mención. Ubicó mejor las piezas sobre el terreno de juego y las dirigió con mayor acierto aún. Faltaron tantas cosas en el fútbol aragonés que de nuevo se dibuja un horizonte de zozobra y temores. El problema no estuvo en el adversario, sino que se localizó en el seno interno. Si no se gana al Sporting en La Romareda…

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