A sus 24 años Malcolm Butler se ha convertido en el héroe inesperado de los New England Patriots, campeones en la Super Bowl disputada en el desierto de Arizona ante los Seattle Seahawks. Butler, un novato prácticamente desconocido, el típico gladiador que busca el sargento Bill Belichick en su equipo, hizo la jugada de su vida al interceptar el pase de Russell Wilson en la yarda uno a veinte segundos del final. Dejó estupefacto a Richard Sherman, a los Seahawks y a media América que todavía se pregunta quién es ese chico que ha terminado por elevar al Olimpo a Tom Brady.
Butler aterrizó en los Patriots como agente libre; ni siquiera logró entrar en el draft
La historia de Butler retrata la filosofía de Belichick, el entrenador de los Patriots, considerado uno de los mejores estrategas de toda la historia y experto en explotar a jugadores anónimos con hambre de títulos. Hace un año Butler militaba en los Tigers de la Universidad Pública de Alabama del Oeste (UWA), en la división II de la NCAA, lejísimos del radar de la NFL. Nadie pensó en él durante el draft y se tuvo que buscar la vida como agente libre. El pasado verano aterrizó en Foxborough para disputar la pretemporada junto a otros jugadores sin contrato y un puñado de profesionales novatos. Por entonces los Patriots tenían completo el cupo de 90 jugadores para su plantilla, pero Butler llamó la atención de un Belichick que pronto hizo hueco para que entrase en el equipo.
Fue expulsado por razones desconocidas del Hinds Community College y estuvo a punto de no dar el salto a la NFL
Un complicado camino hacia la gloria
Butler entró en la NFL por la puerta de atrás después de una trayectoria compleja. Nacido en Vicksburg (Mississippi), Malcolm se inició en el fútbol americano quizás demasiado tarde. Jugó durante los dos últimos años en el equipo de su instituto, donde pronto se convirtió en una referencia defensiva, pero nunca tuvo la oportunidad de ser reclutado por una gran Universidad, en parte porque sus notas académicas no eran lo suficientemente buenas. Butler acabó en un «community college», una especie de Universidad light que no tiene equivalencia en España. Después de cinco partidos en el Hinds Community College Butler fue expulsado, así que con 19 años se vio obligado a buscarse la vida. Encontró un trabajo a tiempo parcial en Popeyes, una conocida cadena de restaurantes de comida rápida especializada en pollo frito.
Aquella experiencia le hizo madurar. Durante el verano comenzó a estudiar para pedir el reingreso en Hinds, sobre todo porque no aguantaba una vida sin «football». «Me di cuenta de lo mucho que quería y necesitaba jugar. No te das cuenta de lo importante que es hasta que lo pierdes», confesaba Butler en un reportaje para un periódico local. Malcolm consiguió ser readmitido y pudo reengancharse al equipo de fútbol americano. Comenzó a sobresalir por encima del resto, lo que le valió para entrar en 2012 en los Tigers de la Universidad Pública de Alabama del Oeste (UWA), de la division II de la NCAA. Allí firmó dos temporadas extraordinarias, recibiendo mil premios y elogios por sus actuaciones dentro del campo, pero Butler era un chico queridísimo en el campus por su personalidad. El chico que se prestaba a recoger las latas tiradas sobre la hierba antes de cada entrenamiento, el mismo que trabajaba en el gimnasio de la Universidad como recepcionista a la vez que ayudaba en la lavandería.
La entidad de los Tigers no fue suficiente para entrar en el draft, pero el destino le tenía preparado una oportunidad que no iba a desperdiciar. La vida le ha enseñado a Butler el valor de la perserverancia. «No puedes echar a perder oportunidades como esta. He recorrido un largo camino hasta aquí, difícil en muchas ocasiones, pero nunca me dí por vencido. Seguí empujando y creyendo. Estaba convencido de que podía jugar en la NFL. Es solo eso, confianza, fe y trabajo duro», resumía Butler al Providence Journal, palabras que intuyen una sintonía total con la filosofía del sargento Belichick.
Durante la pretemporada del equipo en agosto corroboró que el entrenador no se había equivocado con él, aunque todavía estaba muy lejos de ganarse un puesto como titular como demuestra su contrato. Malcolm apenas gana 420.000 dólares al año, una misera al lado de los números que manejan Tom Brady o Rob Gronkowski. Su contribución al equipo durante su primer año ha sido discreta, al nivel de cualquier novato, con 15 placajes en once partidos de la temporada regular, sin jugar durante la ronda provisional contra los Ravens y con escaso protagonismo en la paliza a los Colts.
Butler es el gladiador que busca Belichick para sus equipos: jugadores con ambición desbordada con hambre de títulos
Dos jugadas memorables
Y entonces llegó la Super Bowl. Dos minutos que cambiarán para siempre su carrera. Butler era la pareja de baile de Jermaine Kearse en esa increíble recepción que colocó a los Seahawks al borde del «touchdown». Malcolm se fue a la banda enfadadísimo, pensando que por su culpa los Patriots podrían perder la Super Bowl. Los compañeros trataron de animar al novato sin llegar a adivinar que dos jugadas después se iba a convertir en el gran héroe de la noche. Todo sucedió a una velocidad de vértigo. Belichick se la jugó al no pedir un tiempo muerto para organizar la defensa y todo el país esperaba una carrera de Marshawn Lynch hacia la «endzone». «Me dí cuenta que iban a lanzar el balón», confesó después del partido el novato de los Patriots, que leyó a la perfección la jugada y apareció en el momento justo en el segundo adecuado para atrapar el pase de Russell Wilson. Su intercepción valía una Super Bowl.
Butler, visiblemente emocionado, explicó nada más acabar el partido a una reportera de la NBC que había tenido el presentimiento de que iba a protagonizar una gran jugada. «Malcolm hizo la jugada del año para salvar la temporada», resumía el gran Tom Brady. Todavía sobrepasado por lo que acababa de conseguir, y lo que eso significaría en su carrera, Malcolm se quedó estupefacto según narra el veterano periodista Peter King cuando vio entrar en el vestuario al dueño de la franquicia, el multimillonario Robert Kraft. «El señor Kraft querría hacerse una fotografía contigo junto al Vince Lombardi», le dijo alguien del equipo. La cara de Butler era un poema, pero quizás ahí comenzó a comprender que había cumplido el sueño de su vida. Butler ha dejado de ser un jugador anónimo para siempre.