Querido como pocos en Vallecas, el fútbol despide a Wilfred Agbonavbare (Lagos, 5-10-1966), uno de los grandes porteros de la historia del Rayo Vallecano que ha muerto este martes a los 48 años de edad víctima de un cáncer por el que permanecía ingresado en el Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares.
Apasionado por el fútbol desde siempre, Willy comenzó su sueño en el mundo del fútbol a los 16 años en el desaparecido New Nigeria Bank y de ahí pasó al Abiola Babes, en el que llegó a militar otro histórico como Yekini, ex del Sporting de Gijón. Wilfred probó el salto a Europ a a través del Brentford FC de la segunda división inglesa, pero la experiencia no funcionó y regresó a su país para jugar en el BCC Lion antes de presentarse en un entrenamiento del Rayo Vallecano para pedir una oportunidad. Felines, un histórico de la casa, se la brindó y pronto sugirió a la directiva que debían incluir en la plantilla a aquel joven nigeriano. «Si él no hubiera hablado con el presidente yo no estaría en el Rayo», llegó a confesar.
Wilfred se gastó todo sus ahorros del fútbol en la lucha contra el cáncer de mama de su mujer
A pesar de ser un completo desconocido en España, Willy ya había jugado por entonces en el Mundial Juvenil sub-20 con la selección nacional de Nigeria. En Vallecas tuvo la oportunidad que siempre había buscado, aunque no todo fueron buenas palabras. Wilfred fue uno de los que levantó la voz contra el racismo en la Don Balón. «Deberían tomar algún tipo de medida para erradicarlo, hay partidos en los que la gente dice ‘el portero es negro’ o grita ‘¡Ku Klux Klan!’», denunció. Con Felines en el banquillo Wilfred logró arrebatar la titularidad en la portería a Férez. Y poco a poco se ganó el cariño de la afición, que le veía como uno más, un chico sencillo, quizás algo tímido, con el que uno se podía encontrar en el barrio haciendo la compra o charlando con aficionados que buscaban un autógrafo. Un ídolo desde que defendiera la portería del Rayo en la temporada del ascenso a Primera.
En la máxima categoría debutó ya a las órdenes de José Antonio Camacho en la primera jornada de la temporada 92-93, pero una tarjeta roja en el segundo partido le desplazó de una titularidad que fue para el joven Toni Jiménez, recién proclamado campeón olímpico en los Juegos de Barcelona. El nigeriano trabajó entonces como el que más en los entrenamientos y ocho partidos después volvía a defender la portería del Rayo. Su coraje y entrega constante llevaron a la grada a bautizarle como el «gato de Vallecas».
Mensajero y mozo de carga
«Cada día hay que demostrar al técnico que mereces tu confianza. Tengo la obligación de estar a punto siempre. No puedo defraudar a la afición del Rayo», explicaba en declaraciones a Mundo Deportivo. Wilfred permaneció en la disciplina franjirroja hasta el verano del 96, después de seis temporadas y justó después de asegurar la permanencia del Rayo Vallecano en Primera tras una dramática eliminatoria de permanencia ante el Mallorca. En total fueron 177 partidos, con algunos momentos inolvidables como una escandalosa exhibición en el Santiago Bernabéu conta el Real Madrid de Sanchís, Míchel, Butragueño y Zamorano. En el terreno más personal fue partícipe de la histórica selección de Nigeria que llegó a los octavos de final del Mundial de Estados Unidos en 1994. Y los más nostálgicos recuerdan su cameo como Rey Baltasar en un capítulo de “Los ladrones van a la oficina”.
Su salida del equipo madrileño supuso el inicio de su ocaso profesional. Probó fortuna en el Écija de Segunda División pero tuvo un año complicado por culpa de una lesión y el club decidió no renovar su contrato. A sus 31 años y sin equipo decidió regresar a su país donde siguió entrenando unos meses hasta decidir retirarse al no encontrar hueco en ningún equipo. Wilfred regresó a España para vivir muy cerca de su amado Vallecas en los años más difíciles de su vida. Se gastó todo el dinero que ganó con el fútbol para ayudar a su mujer, que a pesar de todo murió víctima de un cáncer de mamá. Para pagar los costes de su tratamiento y los estudios de sus hijos en Nigeria, Willy se vio obligado a trabajar como embalador de maletas y mozo de carga en Barajas o como repartidor de una conocida empresa de mensajería.
La desgracia se cebó con Wilfred, que vivía solo en Madrid pero se resistía a perder la sonrisa. Tampoco renunciaba a la esperanza. Seguía soñando con abrir una escuela de fútbol en su país.En 2011 los Bukaneros le organizaron un homenaje dentro de unas jornadas contra el racismo para darle las gracias por su trayectoria en el Rayo Vallecano. «No vengo ni por el presidente, ni por la directiva, ni la entidad, solo vengo por la afición», dijo el guardameta ese día según detalla el colectivo en su página web. Hasta hace poco Willy seguía teniendo vínculos con el fútbol a través del modesto Coslada, de la Comunidad de Madrid, en el que colaboraba como entrenador de porteros.
La noticia de su cáncer cayó como un mazazo en el barrio, donde muchos todavía le recordaban a pesar de los años desde su retirada, hasta el punto de que Carmen Martínez, la anciana auxiliada por el Rayo Vallecano para evitar su desahucio decidió donar la mitad de los 21.106,90 euros recaudados por el club a Willy. «Lo que ha hecho el Rayo no lo hace todo el mundo y hacer cosas buenas es lo más bonito que hay. Yo soy pobre, pero trabajadora, y no me importa ayudar a quién sea», explicaba Carmen.
La vida le arrebató su último deseo: reunirse por última vez con sus hijos, a los que no veía desde hacía diez años. El Rayo Vallecano medió con el Ministerio de Exteriores e incluso intentó utilizar parte de ese dinero recaudado para Carmen con el objetivo de pagar el vuelo, pero el visado no llegó a tiempo. La luz de Willy se apagaba durante la mañana del martes en el Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares. Su recuerdo acompañará por siempre a muchos vecinos, amigos y aficionados del Rayo Vallecano.